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Jerusalén, lugar de nacimiento de la Iglesia de Dios |
¿Qué
creía y practicaba la iglesia primitiva?
El libro de los Hechos es un relato de
primera mano acerca de la iglesia primitiva desde la muerte de Jesucristo hasta
cerca del año 60 d.C. En el capítulo 2 podemos leer acerca del comienzo de la
iglesia.
Este acontecimiento especial comenzó
cuando la habitación en la cual los apóstoles y otros discípulos estaban
reunidos fue llena repentinamente con el sonido de un fuerte viento y “lenguas,
como de fuego” aparecieron sobre ellos. Al salir, casi inmediatamente
comenzaron a hablar a las multitudes reunidas en Jerusalén, ya que esto sucedió
en la fiesta bíblica de Pentecostés. Milagrosamente, la predicación de los
apóstoles fue comprensible para todas las personas aunque eran de lugares
diferentes ya que todos entendieron sus palabras en su propio idioma.
Lo que se pasa por alto con frecuencia
en este relato es el día específico en que se produjeron estos sucesos: el día de Pentecostés (Hechos 2:1), una
de las fiestas ordenadas por Dios a su pueblo muchos siglos antes (Levítico
23). Al revelar estos días de fiesta, Dios dijo: “Las fiestas solemnes del
Eterno . . . Estas son las fiestas solemnes del Eterno, las convocaciones
santas . . .” (vs. 2, 4). Dios proclamó estas festividades como “estatuto
perpetuo . . . por vuestras generaciones” (vs. 14, 21, 31, 41).
Los evangelios muestran que Jesús
celebró las mismas fiestas (Mateo 26:17-19; Juan 7:10-14; 37-38). Tanto el
libro de los Hechos como las epístolas de Pablo muestran que los apóstoles
celebraban estas fiestas durante las décadas que siguieron a la crucifixión y resurrección
de Cristo (Hechos 2:1-4; 18:21; 20:6, 16; 27:9).
Casi todas las iglesias enseñan que
estas festividades fueron “clavadas en la cruz” y que de alguna forma quedaron
anuladas con la muerte de Cristo. Sin embargo, el testimonio inconfundible de la Biblia demuestra que la
iglesia primitiva continuó celebrándolas, pero con un mayor entendimiento de su
significado espiritual.
Al hablar de una de estas fiestas
ordenadas por Dios, el apóstol Pablo exhortó a la iglesia en Corinto —un grupo
compuesto por gentiles y judíos creyentes— de esta manera: “Así que celebremos la
fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad,
sino con panes sin levadura de sinceridad y de verdad” (1 Corintios 5:8).
Se estaba refiriendo obviamente a
celebrar la Fiesta
de los Panes sin Levadura (Levítico 23:6; Deuteronomio 16:16). Pablo explicó el
significado de la Pascua
(1 Corintios 5:7; Levítico 23:5) y les dio instrucciones para celebrarla
apropiadamente (1 Corintios 11:23-28).
Tantas referencias en los evangelios,
los Hechos y las epístolas de Pablo hacen que surja una pregunta obvia: Ya que
Jesús, los apóstoles y la iglesia primitiva celebraron estas fiestas, ¿por qué las
iglesias no las celebran en la actualidad? Después de todo, Pablo vinculó
directamente las fiestas con Jesús, su propósito y su sacrificio por la
humanidad (1 Corintios 5:7).
En los evangelios y en el libro de los
Hechos es igualmente claro que Jesucristo, los discípulos y la iglesia
primitiva guardaron el sábado —desde el atardecer del viernes al atardecer del
sábado, el séptimo día de la semana —como su día de descanso y de adoración (Marcos
6:2; Lucas 4:16, 31-32; 13:10; Hechos 13:14-44; 18:4). Jesús aun se llamó a sí
mismo “Señor” de éste, el verdadero día de reposo (Marcos 2:28). Jesús tenía la
costumbre de ir a la sinagoga todos los sábados para adorar (Lucas 4:16).
Contrario a las enseñanzas de aquellos que dicen que Pablo dejó de guardar el
sábado, era su costumbre también ir a la sinagoga cada sábado (Hechos 17:1-3),
valiéndose de esas oportunidades para enseñar a otros acerca de Jesús como Salvador
y Mesías.
La
mayoría de las personas e iglesias no toman en cuenta al sábado, el séptimo día
ordenado por las Escrituras. ¿Pero por qué? ¿No debiéramos guardar un día
semanal de descanso y adoración como Dios ha ordenado (Éxodo 20:8-11;
Deuteronomio 5:12-15)? ¿No debería ser el mismo día que guardaron Jesús y los
apóstoles?
Si examinamos las Escrituras, se nos
revelan muchas otras diferencias entre las enseñanzas y prácticas de Jesús y
sus apóstoles y lo que se enseña comúnmente. Por ejemplo, la creencia de que la
obediencia a la ley de Dios no es necesaria, contradice en forma directa las
propias palabras de Jesús (Mateo 4:4; 5:17-19) y la enseñanza y la práctica de
los apóstoles (Hechos 24:14; 25:8; Romanos 7:12, 22; 1 Corintios 7:19; 2
Timoteo 3:15-17).
Jesús y sus apóstoles nunca enseñaron
que al momento de morir, los justos ascendían al cielo (Juan 3:13; Hechos 2:29,
34); y entendieron que el hombre no posee un alma inmortal (Ezequiel 18:4, 20;
Mateo 10:28) que estaría eternamente en el cielo o en el infierno. En realidad,
ellos seguían la enseñanza de las Escrituras que ya existían para referirse a
la muerte como un sueño inconciente en el cual el muerto espera una futura
resurrección (compare Eclesiastés 9:5, 10; Daniel 12:2-3; Juan 11:11-14; 1
Corintios 11:30; 15:6, 51; 1 Tesalonicenses 4:14-17).
En ninguna parte de la Biblia encontramos que ésta
apruebe la celebración de festividades tales como la Navidad, Semana Santa y domingo
de resurrección. En lugar de aprobar estas celebraciones originadas en el
paganismo, Dios las condena, aún en el caso de que se las intenten usar para
adorarlo a Él (compare Deuteronomio 12:29-32; 1 Corintios 10:19-21).
Estas son
algunas de las diferencias principales entre el cristianismo de la época de
Jesús y los apóstoles y lo que se practica comúnmente en la actualidad. Lo
animamos a Ud. a seguir el ejemplo de los bereanos (Hechos 17:11) y buscar en
su Biblia para comprobar si las creencias y prácticas que hoy son populares están
de acuerdo con las que enseñaron y practicaron Jesús y sus apóstoles.