miércoles, 25 de abril de 2012


Jerusalén, lugar de nacimiento de la Iglesia de Dios

 

¿Qué creía y practicaba la iglesia primitiva?

El libro de los Hechos es un relato de primera mano acerca de la iglesia primitiva desde la muerte de Jesucristo hasta cerca del año 60 d.C. En el capítulo 2 podemos leer acerca del comienzo de la iglesia.
Este acontecimiento especial comenzó cuando la habitación en la cual los apóstoles y otros discípulos estaban reunidos fue llena repentinamente con el sonido de un fuerte viento y “lenguas, como de fuego” aparecieron sobre ellos. Al salir, casi inmediatamente comenzaron a hablar a las multitudes reunidas en Jerusalén, ya que esto sucedió en la fiesta bíblica de Pentecostés. Milagrosamente, la predicación de los apóstoles fue comprensible para todas las personas aunque eran de lugares diferentes ya que todos entendieron sus palabras en su propio idioma.
Lo que se pasa por alto con frecuencia en este relato es el día específico en que se produjeron estos sucesos: el día de Pentecostés (Hechos 2:1), una de las fiestas ordenadas por Dios a su pueblo muchos siglos antes (Levítico 23). Al revelar estos días de fiesta, Dios dijo: “Las fiestas solemnes del Eterno . . . Estas son las fiestas solemnes del Eterno, las convocaciones santas . . .” (vs. 2, 4). Dios proclamó estas festividades como “estatuto perpetuo . . . por vuestras generaciones” (vs. 14, 21, 31, 41).
Los evangelios muestran que Jesús celebró las mismas fiestas (Mateo 26:17-19; Juan 7:10-14; 37-38). Tanto el libro de los Hechos como las epístolas de Pablo muestran que los apóstoles celebraban estas fiestas durante las décadas que siguieron a la crucifixión y resurrección de Cristo (Hechos 2:1-4; 18:21; 20:6, 16; 27:9).
Casi todas las iglesias enseñan que estas festividades fueron “clavadas en la cruz” y que de alguna forma quedaron anuladas con la muerte de Cristo. Sin embargo, el testimonio inconfundible de la Biblia demuestra que la iglesia primitiva continuó celebrándolas, pero con un mayor entendimiento de su significado espiritual.
Al hablar de una de estas fiestas ordenadas por Dios, el apóstol Pablo exhortó a la iglesia en Corinto —un grupo compuesto por gentiles y judíos creyentes— de esta manera: “Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura de sinceridad y de verdad” (1 Corintios 5:8). 
 

Se estaba refiriendo obviamente a celebrar la Fiesta de los Panes sin Levadura (Levítico 23:6; Deuteronomio 16:16). Pablo explicó el significado de la Pascua (1 Corintios 5:7; Levítico 23:5) y les dio instrucciones para celebrarla apropiadamente (1 Corintios 11:23-28).
Tantas referencias en los evangelios, los Hechos y las epístolas de Pablo hacen que surja una pregunta obvia: Ya que Jesús, los apóstoles y la iglesia primitiva celebraron estas fiestas, ¿por qué las iglesias no las celebran en la actualidad? Después de todo, Pablo vinculó directamente las fiestas con Jesús, su propósito y su sacrificio por la humanidad (1 Corintios 5:7).
En los evangelios y en el libro de los Hechos es igualmente claro que Jesucristo, los discípulos y la iglesia primitiva guardaron el sábado —desde el atardecer del viernes al atardecer del sábado, el séptimo día de la semana —como su día de descanso y de adoración (Marcos 6:2; Lucas 4:16, 31-32; 13:10; Hechos 13:14-44; 18:4). Jesús aun se llamó a sí mismo “Señor” de éste, el verdadero día de reposo (Marcos 2:28). Jesús tenía la costumbre de ir a la sinagoga todos los sábados para adorar (Lucas 4:16). Contrario a las enseñanzas de aquellos que dicen que Pablo dejó de guardar el sábado, era su costumbre también ir a la sinagoga cada sábado (Hechos 17:1-3), valiéndose de esas oportunidades para enseñar a otros acerca de Jesús como Salvador y Mesías.
La mayoría de las personas e iglesias no toman en cuenta al sábado, el séptimo día ordenado por las Escrituras. ¿Pero por qué? ¿No debiéramos guardar un día semanal de descanso y adoración como Dios ha ordenado (Éxodo 20:8-11; Deuteronomio 5:12-15)? ¿No debería ser el mismo día que guardaron Jesús y los apóstoles?  
Si examinamos las Escrituras, se nos revelan muchas otras diferencias entre las enseñanzas y prácticas de Jesús y sus apóstoles y lo que se enseña comúnmente. Por ejemplo, la creencia de que la obediencia a la ley de Dios no es necesaria, contradice en forma directa las propias palabras de Jesús (Mateo 4:4; 5:17-19) y la enseñanza y la práctica de los apóstoles (Hechos 24:14; 25:8; Romanos 7:12, 22; 1 Corintios 7:19; 2 Timoteo 3:15-17).
Jesús y sus apóstoles nunca enseñaron que al momento de morir, los justos ascendían al cielo (Juan 3:13; Hechos 2:29, 34); y entendieron que el hombre no posee un alma inmortal (Ezequiel 18:4, 20; Mateo 10:28) que estaría eternamente en el cielo o en el infierno. En realidad, ellos seguían la enseñanza de las Escrituras que ya existían para referirse a la muerte como un sueño inconciente en el cual el muerto espera una futura resurrección (compare Eclesiastés 9:5, 10; Daniel 12:2-3; Juan 11:11-14; 1 Corintios 11:30; 15:6, 51; 1 Tesalonicenses 4:14-17).
En ninguna parte de la Biblia encontramos que ésta apruebe la celebración de festividades tales como la Navidad, Semana Santa y domingo de resurrección. En lugar de aprobar estas celebraciones originadas en el paganismo, Dios las condena, aún en el caso de que se las intenten usar para adorarlo a Él (compare Deuteronomio 12:29-32; 1 Corintios 10:19-21).
Estas son algunas de las diferencias principales entre el cristianismo de la época de Jesús y los apóstoles y lo que se practica comúnmente en la actualidad. Lo animamos a Ud. a seguir el ejemplo de los bereanos (Hechos 17:11) y buscar en su Biblia para comprobar si las creencias y prácticas que hoy son populares están de acuerdo con las que enseñaron y practicaron Jesús y sus apóstoles.

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